jueves, 6 de diciembre de 2012

mensaje de los hermanos mayores kogui, desde el corazón del mundo

(se esfumó la versión en castellano... por ahora, esto.)

martes, 4 de diciembre de 2012

brunet caminaba muy suavemente, respiraba un olor de papel de armenia, levantó la cabeza, miró las letras de oro ennegrecido prendidas a un balcón; estalló la guerra; estaba allí, en el fondo de esa inconsistencia luminosa, inscripta como una evidencia sobre las paredes de la ciudad hermosa y frágil; era una explosión fija que partía en dos la calle royale; las gentes pasaban a través de ella sin verla. brunet la veía. siempre había pensado: "el cielo se nos desplomará sobre la cabeza". y todo había empezado a caerse; había visto las casas como eran en realidad: caídas en suspenso. esa graciosa tienda soportaba toneladas de piedra, y cada piedra, sellada contra las otras, caía en el mismo lugar, obstinadamente, desde hacía cincuenta años; algunos kilos de más, y la caída recomenzaría; las columnas se redondearían, aflojándose, y se les producirían más sucias fracturas con esquirlas; la vidriera estallaría, carros de piedra se hundirían en el sótano aplastando los fardos de mercaderías. ellos tenían bombas de cuatro mil kilos. brunet sintió el corazón oprimido: hasta hacía un momento, sobre esas fachadas bien alineadas había una sonrisa humana mezclada al polvo de oro de la tarde. se había extinguido: cien mil kilos de piedra; los hombres vagaban entre aludes estabilizados. soldados entre ruinas, a él lo matarían quizá. vio unos surcos negruzcos sobre las mejillas enyesadas de zezette. muros polvorientos, paneles de muros con grandes aberturas de par en par, y cuadrados de papel azul o amarillo a trechos, y placas de lepra; baldosines rojos entre los escombros, losas despegadas por la mala hierba. después, barracas de madera, campamentos. y después, construirían grandes cuarteles monótonos como en los bulevares exteriores. el corazón de brunet se oprimió: "parís me gusta", pensó con angustia. la evidencia se extinguió de un solo golpe, y la ciudad volvió a erguirse a su alrededor. brunet se detuvo: sentíase azucarado por una cobarde dulzura y pensó: "¡si no hubiera guerra! ¡si pudiera no haber guerra!"

jean-paul sartre, 
de el aplazamiento (2da parte de los caminos de la libertad). 1944