martes, 6 de septiembre de 2011

de hecho, somos educados en la creencia de que nada es real más allá de lo que percibimos directamente a través de nuestros sentidos ordinarios. 
pese a este rechazo general y casi absoluto de su existencia, aún vislumbramos a veces, de forma efímera, la verdadera naturaleza del espíritu. estos vislumbres pueden ser inspirados por una obra musical que nos conmueve, por la alegría serena que nos sobreviene por momentos en la naturaleza, o también en las circunstancias cotidianas más ordinarias. pueden presentarse ante el espectáculo dulce de la caída de la nieve, del sol elevándose tras una montaña, o del juego misteriosamente cautivante de un rayo de sol que se filtra al interior de un cuarto. tales momentos de gracia, paz y beatitud nos ocurren a todos y, de un modo extraño, permanecen en nosotros. 
creo que a veces alcanzamos una comprensión parcial de estos vislumbres; pero la cultura moderna no nos proporciona texto ni estructura alguna que pudiera ayudarnos a penetrar su sentido. peor aún: no somos estimulados para examinarlos en profundidad y a descubrir su fuente, sino que -de forma explícita tanto como implícita- somos inducidos a expulsarlos de nuestra mente. sabemos que nadie nos tomará en serio si pretendemos compartir estas experiencias; de modo que decidimos ignorarlas. sin embargo, si tan sólo las comprendiéramos podrían revelarse como las más significativas de nuestras vidas. esta ignorancia y esta represión de nuestra identidad verdadera representa quizás el aspecto más sombrío e inquietante de nuestra civilización moderna.

sogyal rimpoche. 
del libro tibetano de la vida y la muerte, 1992


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